Dado que comenzamos una nueva etapa en Cerámica Rambleña, mejor comenzar por algo fácil o simple. Llegados a esta situación, ¿que hay más simple que el mecanismo de un botijo?. Pues si bien es una frase que todos habremos escuchado en más de una ocasión, intentemos averiguar cuanto de cierto hay en esa expresión popular. Hará casi 30 años que dos profesores se propusieron dar una explicación matemática a esta obra maestra de la cerámica tradicional. Los profesores Gabriel Pinto y Jose Ignácio Zubizarreta llevaron a cabo diversas pruebas que darían finalmente como resultado unas famosas fórmulas que circulan por Internet.

Pinto tras leer una frase en un examen que revisaba, comenzó a investigar el por qué de la capacidad de enfriamiento de este tradicional elemento. Compró un botijo, lo llevó al laboratorio y empezó a experimentar. Llenó el recipiente de agua, colocó un termómetro en la boca y lo introdujo en una estufa. El botijo, con algo más de 3 litros de agua en su interior, fue sometido a una temperatura constante de 39º C y a un ambiente con humedad relativa del 42%. El profesor tuvo que acudir en repetidas ocasiones a la estufa para medir la masa total del botijo y evaluar su temperatura interna. Así comprobó que, con las condiciones que había creado, el agua se enfriaba unos 15º C grados después de 7 horas. A partir de ese momento, el agua empezaba a calentarse debido a la cantidad de agua evaporada de su interior. El agua que «suda» es la que hace que la temperatura interior disminuya. Pero claro ese efecto se va diluyendo a medida que el nivel interno de agua va bajando.

 

El parámetro decisivo

 

Mientras que realizaba el experimento, este químico fue desarrollando un modelo matemático para explicar el proceso físico. Sin embargo, se encontró con un problema. Sus resultados decían que el agua se enfriaba indefinidamente y esto en la realidad no sucede así.

El profesor había tenido en cuenta multitud de parámetros… Pero había algo que fallaba constantemente. Algún tiempo después, otro profesor, José Ignacio Zubizarreta, dio continuidad al experimento. Este profesor fue quien determinó el parámetro decisivo que años atrás había echo a Gabriel Pinto cesar en su empeño. Pinto no tuvo en cuenta la temperatura de bulbo húmedo, un parámetro termodinámico que marca el máximo que se puede enfriar un líquido por evaporación.

El resultado del trabajo realizado por Pinto y Zubizarreta son dos complejas ecuaciones diferenciales que sirven para calcular la capacidad de enfriamiento del botijo y, de paso, desmontar la simpleza del mecanismo utilizado por este famoso «artilugio».

Por todo esto, cada vez que veáis uno de los botijos de La Rambla, recordad estas dos ecuaciones: